Como un gran espejo que estremece por su quietud y su aire limpio: imponente. Majestad, paz. Montañas que se elevan codeándose con las nubes en un marco azulado de cielo; arrugas de la tierra que realzan la belleza del lago, se desvanecen hasta beber las aguas de Chapala y extienden sus brazos morenos como acunando.
Se abrió el nuevo día con rayos dorados de luz. A través de la ventana: luz, color, dorados y platas, espejos. La vida que grita desbordante. Fuentes de vigores azules. Bandadas de aves revoloteando alegrías.
Nada se mueve. Un vientecillo sutil murmura no sé qué canciones. Aquí yo. Empequeñecida ante tanto esplendor, queriendo ser montaña, agua, cielo, nube... Así yo, ensimismada ante tanta grandeza. Sólo mirar, emborracharse de hermosuras, lo demás da igual. El sol. El sol que se explaya coloreando todo. Tardes de enero que se van... conmigo.
Chapala, oleaje de plata, espejos de sol.
miércoles, 27 de mayo de 2009
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